domingo, 10 de julio de 2011

El evangelio de hoy - Festividad de San Cristóbal Mártir.



Celebramos hoy día 10 de julio la festividad de nuestro Santo Patrón San Cristóbal Mártir y como es habitual en el blog de la Hermandad cuya titularidad ostenta, vamos hacer una reseña biográfica, en el día de su conmemoración, para saber mas sobre quien fue el Mártir San Cristóbal.

“Aguerrido y petulante es el mozo. Sueña con aventuras y se ha propuesto no cejar en el empeño. Sabe que tiene buen porte y anda muy pagado de su figura gentil. Tan airosa es su facha que, andando los siglos, se leerá en el himno antiguo del Breviario Toledano: "Elegans statura, mente elegantior, —Visu fulgens, corde vibrans,— Et capillis rutilans" (Lindo talle, de mejor entendimiento —ojos alegres, corazón ardiente—, y de cabellos rubios rutilantes). Pero el mozo no conoce aún la Luz verdadera y sólo para mientes en sus ansias de gloria. Se le conoce por varios nombres. Offero, Réprobo, Relicto y Adócimo. Por todos ellos responde el joven, muy pagado de su alcurnia y su linaje. Porque es el unigénito, y primogénito de un rey cananeo, cuya esposa veía transcurrir su vida sin descendencia. Su nacimiento le ha costado muchas lágrimas y muchos rezos. Relicto —el nombre más usual en sus biografías— ha visto la luz primera en tierra cananea. Acaso en Tiro, acaso en Sidón. Ambas se disputan la supremacía de la Tierra de Promisión, dada por Dios hace muchos años a los hijos de Israel, en premio a los inmensos trabajos que padecieron por espacio de cuatro centurias uncidos a la tiranía de los faraones. Mas la historia no cuenta para Relicto, quien sólo piensa en aventuras y en oropeles. ¿Le empujan acaso los soberbios bajeles que el mozo contempla en el puerto de Tiro o en el de Sidón, y con los cuales ambas ciudades siguen manteniendo su hegemonía marítima, heredada de siglos, por el Mediterráneo? ¿O quizá su noble alcurnia, pues se sabe hijo de un rey o virrey, con poder y con súbditos? Tal vez su noble facha y gigantesca robustez. "Era además —escribe uno de sus biógrafos— de enorme robustez, hercúlea fuerza y de tan apuesta y agradable figura, noble aspecto y disposición en su persona, que atraía a sí los ojos de cuantos le miraban". Para su sed de glorias, espoleada por su noble porte, Relicto pone su espada al servicio del rey. Pero un rey poderoso, no el que rige aquellos territorios. El apuesto mozo toma a deshonra servir a un monarca corto de talla y de glorias. ¿Cómo Relicto, de estatura gentil, de ojos ardientes y de cabellos rubios, valeroso y aguerrido, gigante membrudo, puede rendir su espada invicta ante un insignificante reyezuelo? "Púsose a considerar su elegante estatura, sus extraordinarias fuerzas, su corazón animoso, su valor tan celebrado, y, hallándose sirviendo a un rey cananeo, que, a la cuenta, o no era de mucha fama, o tenía cortas prendas para la corona, se desdeñó de servir como vasallo humilde a quien sólo le excedía en la fortuna del cetro, Pues muchas veces concedió la fortuna (en fin, como ciega y loca) las reales insignias a muchos que aun para ser mandados eran indignos. Y si abandonamos el fabuloso nombre de la fortuna, pues los cristianos no reconocemos fortuna fabulosa, sino decretos y permisiones de la divina Providencia, tal vez concedió Su Majestad el cetro a quien era indigno del trono porque no merecían los pueblos otra cosa que sus culpas, y no es éste el menor testigo de la ira, pues siente mucho el súbdito el golpe del azote cuando viene por mano del que debe ser en la república, no tirano, sino padre". No quería el mozo mandar, sino ser mandado. Ansiaba sólo servir, pero buscaba rey que fuese digno de ser servido. "Soy discreto —pensaba—, robusto, galán, entendido, valeroso, y ¿he de sujetarme a quien considero indigno de mandar?" Así, pues, deja Relicto aquellos lugares donde transcurriera su niñez y se pone en camino a la busca del rey mayor de la tierra. Tropiézase con Gordiano, emperador de Roma, empeñado a la sazón en lucha tenaz contra los persas. Admiróse el monarca de la prócer estatura del nuevo soldado, enamoróse de su bizarría y se aficionó al valor que demostraba. Llegado hasta el rey, Relicto habló sin miedo y sin tacha: "Yo, oh rey soberano, busco al mayor rey de la tierra, al rey de la mayor fama; no por interés villano de riquezas y hacienda, sino sólo por la noble codicia de honra y fama, que mis prendas, mi valor, mi gigantesca estatura, no son para servir a reyes pequeños, sino para emplearse en servicio del mayor rey del mundo. Yo allá, en Caná, servía a mi rey; mas me pareció que a un rey pigmeo no debía servir un soldado gigante. Sediento de triunfos, busqué al mayor rey de la tierra, y oí decir que a esta hora tú eras en la tierra el rey más famoso. Por eso dejé aquel rey y vengo a servirte a ti; porque ya que mi estrella me conduce a servir como vasallo, sólo he de servir al que es el mayor rey del mundo". Pagóse el rey de la libertad de la respuesta, o "acaso por la lisonja de oírle decir que era celebrado en la tierra por el rey mayor; que este pestilente aire de la lisonja suena, mejor que en otros, en los reales oídos. Facilísimamente pasa al pecho, que es un cebo muy dulce, y gana tanto la voluntad que pocas veces se le cierran las puertas del corazón. Entra Relicto a formar parte de las tropas del rey, y tanto es su valor y tanta su destreza en el combate, que el monarca lo tiene junto a sí en los momentos de peligro. Y, cuando vuelven las banderas victoriosas, el monarca abre sus salones a la alegría del triunfo. Relicto asiste a la fiesta, y contempla con asombro que el rey palidece cuando uno de los juglares exalta el poder de Satán. "Luego Satán es más poderoso que mi rey —piensa Relicto—. He de ponerme a su servicio." "Relicto no era el primero ni el último hombre que entre los de su estirpe creyeran en Satán, el antagonista del hombre, el príncipe de este mundo; le concebía como encarnado y real, y como a tal le seguía". Sale Relicto al encuentro de Satán, "el rey más poderoso de la tierra". Únese a su cortejo, presto a desenvainar la espada tan pronto el enemigo haga acto de presencia. Gran algarabía reina en los ejércitos de Satán. Mas Relicto observa que todos palidecen cuando divisan una cruz en el camino. Satán ordena un largo rodeo. El soldado se extraña.-¿No viste una cruz que estaba en el camino real? —responde malhumorado Satán a las preguntas del gigante.
—La divisé, como todos los demás.
—Pues sabe que sólo por no pasar junto a ella me aparté del camino, aunque conocía la grave molestia que se le seguía a mis gentes.
—Pues, ¿qué mal te hace aquella cruz? ¿Es más que un palo? ¿Es más que un madero? Yo paso junto a ella sin susto —respondió, desdeñoso, Relicto.
—Esa cruz que has visto es insignia de un capital enemigo mío, que se llama Cristo. Un hombre que, por malhechor, ha muerto crucificado en esa cruz.
—¿Qué Señor es ése que tanta virtud da desde esa señal que ella sola llena tu pecho de pavor?
Satán permanecía callado. No quería confesar su derrota. Relicto insistía.
—¿No dices que ya murió en esa cruz? Pues, ¿qué te asusta, si ya perdió la vida?
Ante el mutismo de Satán, Relicto toma una decisión tajante.
—"Yo voy a buscar a este Cristo, que es, sin duda, más poderoso que Satán."

"Con qué suavidad, oh Cristóbal! —exclama fray Tomas Monzón—, te va llevando hacia sí la gracia. Ya da luz a tus pasos para que sigas la dicha. Y más acelerados fueran si este enemigo te hubiera dicho también que Cristo había muerto en esa cruz por ti, por sacarte de su tiranía y redimirte de la esclavitud de la culpa; pero ya lo vas conociendo, y veremos cómo diste pasos tan gigantes que desquitaste todo el tiempo perdido, sacando ventaja en la carrera a muchos que lo conocieron con más tiempo". Ya tenemos a Cristóbal soldado de Cristo, "El joven licencioso, pagano, que recorre el mundo en busca de la felicidad, pero está preocupado de hallar la verdad y acallar su conciencia, que le reprende sus extravíos, ha encontrado el verdadero camino, la auténtica dicha." La leyenda esmaltó con bellas narraciones la vida del gigantesco soldado de Cristo. Resulta complicado y harto difícil discernir la fantasía de la verdad. La gran popularidad de San Cristóbal, perpetuada en copiosa iconografía, desparramada por todo el mundo, contribuyó poderosamente a la exaltación de tales gestas, basadas en hechos reales, pero salpicadas con fuertes dosis de imaginación. No puede negarse la existencia del mártir. "Fue —afirma el padre Cascón— más que suficientemente probada por el jesuita Nicolás Serario en su tratado sobre las letanías (Litaneutici) (Colonia 1609), y por Molanus en su Historia de las pinturas e imágenes sagradas (De picturis et imaginibus sacris) (Lovaina 1570)."La corroboran "los testimonios de los Bolandos, críticos eclesiásticos cuya misión es examinar los documentos relacionados con los santos, especialmente de los primeros tiempos, para depurarlos de lo que en ellos haya podido mezclarse de legendario, reduciendo la tradición a los límites lógicos que, como fuente de la historia, pueden admitirse". La patentizan los martirológios y misales antiguos, y el breviario mozárabe, en los que se alude a la existencia de Cristóbal, "mártir de Cristo bajo el reinado de Decio, emperador", y "en Licia, San Cristóbal, mártir, el cual en el imperio de Decio, deshecho con varillas de hierro y librado, por virtud de Cristo, de la voracidad de las llamas, finalmente acribillado a saetas y cortada la cabeza, consumó el martirio". El Martirologio da el 25 de julio como fecha de la muerte de Cristóbal, en cuyo día la Iglesia proclama el triunfo del Santo. Por coincidir la efemérides con la festividad de Santiago, Patrón de España, se traslada la conmemoración del martirio de San Cristóbal al 10 del mismo mes, en memoria de un singular prodigio acaecido en Valencia. Dan fe, por último, las numerosas reliquias del mártir, desperdigadas por España. Se asegura que en el año 258, poco después de su martirio, fueron traídas a nuestra Patria las reliquias del mártir. Un brazo se conserva en Santiago de Compostela, una mandíbula en Astorga, y Toledo y Valencia poseen asimismo otras reliquias venerandas del insigne soldado de Cristo. ¡Cristóbal, soldado de Cristo! Ya sirve a un Señor, que a nadie teme y de todos es temido. Ha muerto en la cruz, ante la que tiembla Satán y ante la que se arrodilla humilde un viejo ermitaño.
—Decidme, hermano, ¿dónde he de encontrar a ese Cristo, Rey más poderoso que todos los pasados? —pregunta, sumiso, el arrogante soldado al eremita.
—¿Para qué queréis hallarlo?
—Con ánimo resuelto de servirle.
"Regocijóse en extremo el siervo de Dios con la ocasión tan buena que se le venía a las manos, conociendo que el Señor se la enviaba para que ilustrase aquel ciego entendimiento con las luces de la fe, transformando aquel corazón bruto en un diamante peregrino que pudiese servir de anillo en la divina mano". Déjase Relicto instruir por el ermitaño, quien va descubriéndole los misterios de la fe verdadera.
—¿Cómo he de servir a mi nuevo Señor? —ínstale Relicto.
—Con la oración y el ayuno.
—No sé rezar.
—Ayuna entonces.
—¿No ves mi corpulenta estatura? He de comer más que los otros para mantenerme.
—Sírvele entonces con tu estatura y tu fuerza. Ayuda a vadear el torrente a los caminantes que lo precisen. Relicto obedece al ermitaño. Su cuerpo gigantesco transporta a nado sobre sus hombros a los que no se atreven a vadear el peligroso río. De esta guisa comenzó el nuevo soldado de Cristo a servir a su Señor. Hasta que un día divisó un niño bien pequeño en la misma ribera del río. Preguntóle qué deseaba y el pequeño le respondió que le pasase a la otra orilla. Tomóle Relicto y se lo puso al hombro, teniendo por cosa de juguete el peso. Dejemos a uno de los biógrafos narrarnos el milagroso hecho, cuya autenticidad no parece probada, pero que, sin embargo, inspiró la iconografía del Santo más difundida desde el Medievo.

"Cristóbal entró animoso al río con su báculo, como jugueteando con las ondas; pero a pocos lances conoció que aquel alto bajel se iba a pique, arrebatado de la furia de la corriente. Crecían las aguas, entumecíanse las olas; procuraba cortarlas valiente, haciendo en la arena pie firme; por nada le valía, porque el pequeño Niño que llevaba en sus hombros tanto le abrumaba con el peso que si él mismo no le diera (aunque él no lo conocía) la mano, como a San Pedro, para librarle del naufragio, en ellas hubiera hallado Cristóbal su sepultura. Rendido, como sudando y gimiendo, salió a la orilla y puso (bien que admirado) al Niño en la arena, y le dijo al que imaginaba niño estas palabras: "¿Quién eres, Niño? En grande peligro me has puesto. Jamás me vi en riesgo de perder la vida, sino hoy, que te llevé sobre mi espalda. Las coléricas aguas aumentaban su enojo, y Tú ibas multiplicando el peso. No pesabas tanto al principio. ¿Quién eres, Niño, que tan en la mano tienes hacerte ligero o pesado? Creo que más pesas Tú que el mundo, pues éste no me acobardara con el peso, aunque me lo echara al hombro".
Entonces Cristóbal oyó la respuesta que le abriría de par en par las puertas de la gracia y le señalaría el nombre que habría de adoptar en el bautismo.
"Te llamarás Cristóforo, porque has llevado a Cristo sobre tus hombros. No te admires, Cristóbal, de que yo te pese más que el mundo, aunque me ves tan niño; porque peso yo más que el mundo entero. Yo soy de este mundo que dices, el único Criador; y así no sólo al mundo, sino al Criador del mundo, has tenido sobre tus hombros. Bien puedes gloriarte con el peso: Yo soy Cristo: Yo soy ese Señor que buscas: Ya hallaste lo que deseas, y a quien has servido tanto en estas obras piadosas, y, aunque sobra mi palabra para crédito de mi verdad, pues sólo porque yo lo digo tiene su firmeza la fe, ejecutaré un prodigio para que conozcas la grandeza de este Niño pequeño. Vuélvete a tu casa, no tienes ya que temer las olas. Fija en la tierra ese árido tronco que te sirve de báculo, que mañana le verás no sólo florido, sino coronado de frutos".
Y el prodigio fue. A la mañana siguiente la estaca seca plantada en el suelo se había trocado en esbelta palmera cuajada de frutos.”

Evangelio según San Mateo 13,1-23.

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar.
Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda;
pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!".
Los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?".
El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.
Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.
Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán,
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,
pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

todo muy bonito y perfecto gracias

Anónimo dijo...

ideal para estudios de teología. me gusta.

Anónimo dijo...

Que bonita la Historia.Y si es real o no, Que cada uno piense lo que quiera.

Anónimo dijo...

"TAS COLAO" UN POKITO MÁS LARGA LA ENTRADA POR FAVOR. KE BESTIA.